lunes, 16 de enero de 2012

Los JCE (Jugadores Compulsivos Espasmódicos)


Hay una característica propia del Jugador Compulsivo Espasmódico, y es el rato después.
¡Ojo! El tipo que tiene revelaciones ludópatas espontáneas, nada tiene que ver con aquellos que sufren una enfermedad tal capaz de cambiarles su vida. Esto trata de esos hombres y mujeres caminando por la cuidad con sombreros o alpargatas que, cada tanto, se obsesionan con un juego.
Cuando era más chico, recuerdo la revolución que generó la llegada del Tetris portable. Ese juego tan básico y prehistórico, que permitía enloquecer a familias enteras en la pelea por un aparatito y su curioso desafío permanente. Se me viene a la memoria tener uno en casa, solicitado a cada rato por los integrantes de la familia, en busca de batir su récord personal y el de los otros. Las fichas caían y caían cada vez con más velocidad y la experiencia hacía al jugador más ágil ante las inclemencias de la partida.
Se armaban debates en el hogar sobre cuál era el método indicado para colocar la ficha larga, que podía ser un salvavidas o una complicación. Se hacían grupos en contra de la "L", y hasta algunos pensaban que el cubo no era tan inofensivo como parecía, pero callaban su postura. Estaban los que guiaban a otro desde atrás, enfureciendo al conductor.
Lo más increíble es que este aparato tan avanzado para la época, era bastante engañoso. Decía tener 100 juegos en 1, aunque en realidad se trataba de sólo 10, repetidos en diferentes versiones y velocidades. Y por lo general era el tetris, convencional y puro, la atracción por excelencia.
Claro que los JCE (Jugadores Esposmádicos Compulsivos) no solo se encuentran en el campo de las fichas minuciosamente acomodadas. Están por doquier. En el mundo 2.0 se los puede ver en los juegos de Facebook (City Ville), por ejemplo. Son seres comunes, con corbata o zapatillas, que logran desarrollar una obsesión increíble por un juego en particular y tardan varios meses en sacársela de encima. Hasta que pierde la gracia, le encuentran la vuelta y se aburren. En ese preciso instante, podrán pasar meses sin incentivos lúdicos o encontrarán rápidamente un reemplazo.
Pero volvamos al rato después de los CJE y también al tetris. La característica singular de esta patología humana (¿es legal llamarlo así?) es que nadie se desprende del juego. En el caso del aparatito, las fichas caen sobre la almohada cuando dormimos y no paramos de acomodarlas minuciosamente. Otros juegos nos brindan respuestas en medio del supermercado, cuando estamos a punto de comprar el puré de tomate y nos damos cuenta que hubiera sido mejor comprar madera con el oro sobrante y un guerrero para proteger el murallón. Pero callamos, claro. Nadie debe conocer nuestra estrategia, ya que todos somos jugadores desaforados en potencia.
Existe otra situación común en estos casos. Luego de un tiempo, cuando el juego se ha olvidado. Probablemente la obsesión vuelva. Ya sin tanto fervor, pero se hará presente. Volverán las ansias por jugar y jugar hasta conseguir el objetivo. Cuánto más dificíl sea la meta, más horas deparará de nuestro tiempo pensar en posibles estrategias ¡Pero atentis! Si la bandera de llegada está en un lugar demasiado complejo, posiblemente dejemos de lado el desafío. Quizás nos pinte de cuerpo entero, quizás solo las uñas.