No entiendo por qué la gente acomoda los billetes. Me molesta tanto que no sé si ya lo escribí alguna vez acá o es algo nuevo. Antes de darme la guita el San Martín va para acá y para allá, un Belgrano queda patas para arriba y como si la sangre se le fuera a la cabeza lo dan vuelta desesperadamente. Por allá un Julio Argentino, que suele ponerme más ansioso que otro, es planchado para que no le queden marcas y todo con un fin extraño y cuasi perverso. Como si los tipitos tuvieran vida; como si los billetes duraran tanto en esas manos obsesivas y ordenadas.
Yo calculo que me deben odiar los billetes, porque a mi bolsillo caen como vienen y no hay forma de acomodarlos. Pero en fin... ¿Será un mensaje subliminal? ¿Harán fogatas los próceres a la noche?