Debo reconocer que las librerías no son un destino muy frecuente en mi vida. Pero en estos últimos días, por diversos motivos tuve que ir varias veces. Tres, más precisamente. En cada una de ellas hubo una situación en común que, reconozco, alteró un tanto mis nervios (situación usual en mí). Debido a la época (comienzo de clases), una horda de madres alborotadas y gastadoras atacan estos negocios en busca de útiles para sus hijos. Sin dudas ellas son el chancho, pero quien les da de comer son las mal llamadas “señoritas”. Las mismas diseñan una especie de lista negra, donde detallan los útiles IMPRESCINDIBLES que lo chicos deben tener en su mochila a la hora de asistir a clase. De más está decir que estas hermosas enumeraciones, contienen pedidos tales como papel glasé color verde olivo, o cartón corrugado con forma de corazones. En fin, una delirante idea tras otra, que inevitablemente desemboca en el trauma de padres e hijos que no podrán acceder a esos útiles. Los mayores sentirán decepción, pero los pibes serán un tanto discriminados y quizás reciban algunas cargadas que dificulten su desempeño a futuro. En pocas palabras, quizás le caguen la vida, o contribuyan a ello.
Pero el desubique de esta gente cuyo deber es educar y enseñar valores primordiales, no termina acá. Observando casi sin querer queriendo sobre el hombro de la madre orgullosa por comprarle un patito de hule que tiene luces y escribe solo, a su hijo, pude ver que la lista de Schindler escolar que llevaba en sus manos era una hoja impresa, proveniente de un e-mail. Conclusión rápida, la maestra manda por mail a los padres sus requerimientos. Ni hablar que aquellos que no tienen acceso a la red deberán anotar con sus escasos útiles en una hoja, cada uno de los descabellados ítems. Mientras los más pudientes, se cruzan de brazos y ríen.
Pero la venganza no terminará en llegar hacia los niños ricachones. Imagínense a la seño chateando con los tutores o encargados. Cada falta que se cometa, automáticamente derivará en un zumbido vía MSN de la maestra, quién comentará con lujo de detalle al responsable del pibe, las cosas que ha hecho. O sea, a la cama sin dormir. Se acabó la era del bolazo, al menos para la “elite” del grado. No hay chance de zafar del castigo, si los viejos no chatean, llega un e-mail, o de última, un mensajito de texto. Sería algo así como: “Sres. Ferndez su hjo le pgó a cmpañrto. Mstra Rorigz”
A su favor, los hijos de padres separados tienen la posibilidad de que papi se avance a la seño, y entre caritas y mensajitos, el niño más revoltoso y vago del grado, sea increíblemente aprobado. En fin, los tiempos cambian, será cuestión de acostumbrarse, o morir en el intento. Yo, compré lo que necesitaba y me fui.
2 comentarios:
Milagro que se le ocurra pasear su sombra por una librería. ¿Eras vos?.
No todas las maestras de primaria viven dentro de un tapper, la capacidad de ser cabeza de tapper de algunas maestr@s es proporcional a la oportunidad de serlo.
Digamos que en algunas escuelas es imposible que a una profesora se le ocurra siquiera mandar un mail o exigir ¨ x ¨ elementos a sus alumnos.
Por otra parte a todos nos hicieron comprar alguna vez una pelotudez.
¿Acaso estas insinuando que las librerias le pagan a algunos profesores para que les hagan comprar boludeces a los padres de sus alumnos?
No, no hay porque preocuparse, eso pasa solo en el ámbito de la medicina (la relación de empresas de medicamentos con médicos para resetar tal o cual droga o probar x).
Salud y aguante el terma, ayer compre acciones, dentro de 10 años soy millonario, acordate.
Yo:
Te cuento que en mi ex escuela, había profesores que te encargaban libros y te recomendaban librerías, que casualmente eran atendidas por ellos mismos. De hecho en tro lado no se conseguía esa bibliografía. O sea, estabas obligado. En ese caso no había intermediarios, ellos hacían su negocio.
Es cierto, no es bueno generalizar. Hay maestros que saben ubicarse en tiempo y espacio.
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