Cuando muere un tipo que es tan admirado, por un lado existe la tristeza de saber que ya no va estar más, que no va seguir deleitándonos con cada una de sus obras. Por otro, al menos en mi caso, existe una egoísta desilusión que se produce al saber que nunca lo voy a poder conocer. Porque Guinzburg es de esa gente que uno sueña con ir a tomar un café algún día, y dejarlos hablar, volar. Preguntarle cosas, y que te abran la cabeza con asombrosa facilidad. Porque es eso, una expresión magnífica tras otra, ingenio, creatividad, humor. El mundo es injusto, no es novedad, pero hoy perdimos todos.
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